martes, 13 de marzo de 2012

# PERDÓN POR LA TRISTEZA #














   
# PERDÓN POR LA TRISTEZA #

Si realmente algunos versos
no debieran ser leídos,
quizás estos entrarían en la lista,
y es que a veces, la pena es contagiosa,
es como un espejo empañado, que de repente,
es limpiado por un manojo de palabras precisas,
ahí es cuando el espejo nos ataca con una daga
cargada de recuerdos y fobias,
todo se vuelve turbulento, difuso,
las lágrimas hacen tormenta,
la memoria, callejones lúgubres con muros
que llegan hasta donde la vista no,
por eso amigos, están avisados.
Dicen que después de caer y tocar fondo,
sólo queda subir, es una esperanza,
pero no es un plan. Sin embargo, Un amigo imaginario
me dijo que siempre se puede caer más bajo,
que toda profundidad puede desmembrarse
y lanzarnos a honduras infernales,
donde el dolor se cura con otros dolores
aun más perversos y encarnizados.
Yo creo que no es ni una cosa ni la otra,
el optimismo y el pesimismo son fórmulas
extremistas que no sirven de nada;
quien es herido por la vida y sus filias
sabe y siente cuando el barro lo cubre por encima,
cuando el día asfixia y la nostalgia no tiene piedad.
Una vez que la hiel de la tristeza nos roza la sien
y nos sentamos acongojados sobre un camino que ya no
sabemos cómo ni por qué recorrer, el único paso
posible es la caída libre, la rendición frente al abismo,
podemos caer y caer, aunque el reloj se detenga
en un instante férreo, aunque el tiempo parezca estático.
También podemos tocar fondo de mil veces por todas,
quizás sea un punto final o tal vez
sea el augurio de un salvataje inesperado,
pero yo digo que uno puede volver a elevarse
desde las fauces más oscuras de la pena,
se puede desencadenar, en un brío altivo,
las alas para resurgir de las cenizas y el polvo,
pero volver al cielo de la plena alegría es más que difícil,
no hay derroteros para esos mares tumultuosos,
no hay un ardid o un estratagema infalible
aunque el viento nos lleve en sus soplidos andantes,
aunque tengamos valentías y entusiasmos brillantes.
Se, sin embargo, que es posible escalar las escaleras
que nos arrojaron al subsuelo de la niebla,
a la jaula de los porvenires aletargados,
pero hay peldaños que se derrumban y que nos dejan
tal vez sonrientes, tal vez melancólicos
o simplemente neutrales, estables,
ahí, flotando a la mitad de un recorrido
que duele menos y abraza un poco,
que enfría y abriga, que quema y alivia.
Así, sin más, sobrevivimos o desmorimos
y como diría una canción,
perdón por la tristeza.

No hay comentarios: