sábado, 14 de enero de 2012

# LAZOS ANUDADOS #
















# LAZOS ANUDADOS #

Los lazos anudados derivan en heridas
y es el mundo personal el que sangra
como un estruendo en el silencio,
los besos quieren arrancar las espinas
que ya hemos asimilado, aunque duelan en el recuerdo,
aunque duerman sin filo en la relojería
que retumba desde el pasado;
no quiero calar tan hondo en el alma
del desamparo ni caer yo, en la emboscada
del corazón indefenso a la intemperie,
¿De qué sirve trancar la puerta, si el frío
entra por la cerradura?
¿de qué servimos si no queremos entendernos,
si en la vigilia todo es acechanza?
No quiero verte en el abismo
llorando entre la lluvia,
no quiero resbalarme en el dolor
que una vez fue para siempre,
si nos decimos no ¿llegaremos al odio?
mejor será pensar que callando
pintamos el consuelo o algún escape
o alguna temerosa cicatriz.
Hundidos en el pantano de la soledad
todo es neblina y miedo, 
las manos se resquebrajan intentando atajar
abrazos creíbles y duraderos,
las alas se secan de tanto volar
entre polvo y ceniza,
los ojos van ciegos, tanteando
paredes y ventanas,
la agonía no sucumbe porque el amor tampoco,
las corrientes no descansan,
las rocas no ceden,
todo se conecta, fluctúa, difiere,
después se deshace o brota irrefrenable,
quién sabe; ni la suerte, ni la razón,
nadie y nada se dan por enterado.
El telón se deja caer o se arrastra
con ímpetu mezclado con letargo
y sin precisiones ni motivos,
para luego abrirse de nuevo
dejándonos como ángeles primigenios naciendo
en la candidez de nuevos calores
en los que, juramos, podemos confiar,
y ojalá así sea, que los círculos 
se quiebren para que no volvamos sobre los mismos
caminos que una y mil veces se derrumbaron
a nuestros pies cuando por fin creímos
que de tanto futuro, ya no hacía falta
el camino de regreso.

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