viernes, 23 de diciembre de 2011

# MENOS QUE NADA #


















# MENOS QUE NADA #

Es el instante infinito del abatimiento
donde uno se sabe atrapado
bajo un torrente de golpes salvajes,
mientras la razón se desperdiga por el llano;
y es cerrar los ojos y sentir como el dolor
se acerca cada vez más a la muerte.

Cuando el hombre doblega a otro hombre,
deja su humanidad y se transforma:
es uniforme, es máquina,
es sombra encarnizada,
es bestia sin rostro
es odio canibal devorando.

Los bastones cortan el aliento,
se agitan como guadañas
sobre la piel en carne viva,
las balas buscan los nombres,
se visten de sangre, arden
y traspasan las ideas, pero no saben matarlas.

Las calles son un reguero de lágrimas
donde la guerra por la supervivencia
está perdida de antemano,
los brazos impíos torturan la resistencia,
y protegen los intereses de quién sabe qué
espectro corrupto e infame.

¿Qué clase de fantasma se cruza por la mente
o qué infierno personal se libera
en ese segundo ensombrecido donde ellos ven
a alguien indefenso caer ensangrentado en su miedo,
besando el asfalto y hasta con el alma inconciente?
¿Ese es el festín que alimenta sus días?

Y después, sentados en su hogar, el regocijo,
y los charcos de sangre que se lavan solos,
los gritos que se acallan con la madrugada,
y nada más, al otro día, todo empieza de nuevo,
como si la conciencia no tuviera sentido
y la vida del pueblo valiera menos que nada.

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