viernes, 26 de agosto de 2011

# LA RUÍNA #


# LA RUÍNA #


El sol se rindió frente a la ruína,
no pudo secar su vientre,
ni quemar su alma.
La ruína nace sin presagio
en una esquina que mal doblamos
o en una felicidad que nos embauca,
tiene más rostros que el espejo,
surca latente por los suburbios
y también se cuela en los emporios,
es una caja de pandora
que nos busca la suerte,
no tiene cerraduras,
nos sorprende en un soplido
y nos asfixia gota a gota.
Es un paso obligatorio
como la infancia y la soledad,
pero más duradero,
en algunos casos, crónico y endémico.
Están los que muelen sus cimientos,
los que se visten con su destrucción,
los que fabrican su casa con forma de ataúd,
es decir, los que no huyen de la ruína
sino que pelean y enarbolan su tormenta;
tendrán motivos sus desvelos,
tendrán abismos sus suspiros,
tendrán muchas muertes sus días.
La ruína es la caída insalvable,
la cadena fantasma,
la alegoría de la cárcel,
es este latido que agoniza,
esta lágrima que desliza,
esta despedida que se alarga,
este amor que desespera,
este odio que arde
y más que nada,
este dolor particular y primigenio
que todos llevamos dentro
aunque sea siempre distinto.

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