martes, 23 de agosto de 2011

# EL PERRO INVISIBLE #


# EL PERRO INVISIBLE #

El perro vomitó los huesos
de su último festín,
dejó su alma desparramada
por el suelo,
pero nadie se percató,
tal vez se estaba muriendo,
tal vez era su protesta
contra la vida o
contra lo que lo mantiene vivo,
quería conseguir atención
o sólo un pequeño alivio,
sin saber hablar, intentó decir
su verdad de la forma más cruda,
no ladró, no mordió
porque no había rabia,
sino calma, sino pena
y paredes que lo tenían cercado
y sin amor salvaje.
Nadie se molestó en atribuir las causas
de su desolada tristeza
y el perro lo comprendió de inmediato.
Ahora mira con otros ojos,
con otro infierno
y se mantiene cerca de la puerta,
esperando, para huir sin que lo sigan
porque sabe que aunque nadie lo vea
cuando intenta decir sus lamentos,
está seguro que, sin embargo,
tiene dueño,
alguien que lo atesora,
alguien que lo eligió
para consolar sus propias ausencias
sin jamás preguntarle a el las suyas.

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