viernes, 4 de noviembre de 2011

# MANIQUÍES #


















# MANIQUÍES #

Hoy confundí a un hombre con un maniquí.
Era tan bien parecido
y estaba tan entreverado en si mismo,
que si lo mirabas fijamente
el no se percataba de tu presencia,
después era cimétrico
siempre haciendo gala de su mejor postura
y con la sonrisa crisálida y brillante,
lo vi inmerso en la marabunta
de otros perfectos ciudadanos,
que con atención, no parecían como tales.
Sus rasgos eran particularmente precisos,
como determinados por algún momento
específico de su cara
que quería ser espejo de otros,
de otros tantos repetidos,
moldeables y estoicos
personajes homónimos.
No entendí qué hacían;
si hablaban,
sus bocas no se movían,
pero allí estaban, entablando
alguna especie de actividad
que no denotaba esfuerzo,
yo no quise incumbir en sus asuntos,
no quise estorbar en su felicidad,
no quise mimetizarme,
no quise formar parte,
ni apenas como duda en sus estatutos rígidos,
en sus visiones modeladas,
en sus percepciones mundanas.
Y aunque eran de carne, no nos parecíamos,
y aunque respiraban, me asfixiaban,
y aunque amaban, no había calor,
tal vez, después de todo,
sólo confundí a un maniquí con un hombre
o con miles y miles de hombres.

No hay comentarios: