viernes, 18 de marzo de 2011

# DESIERTO #


# DESIERTO #

Ahora me miro las manos
y revivo viejos tactos
que alguna vez abrigaron
mi alma universo,
¿pero qué hacer con el dolor?
¿qué hacer con el sincero infierno
que creció después, como hiel
en el destino?
Los recuerdos duermen en ataudes abiertos
y cualquier día se levantan
con toda su andanza de muerte,
con todo su paisaje de sonrisa.
Sus honores y sus designios
marcan pulsaciones
y en ese instante de arritmia
una marejada de momentos y relojes
alborotan el presente,
pero hay rabias contra olvido
que todavía mastican beligerancia
contra ese pedazo de humanidad
que queda y aún siente.
Pensar para no pensar en nada
y abocarse al instinto
debería ser más sencillo.
Resta usar las palabras como alarma,
como presagio de lo que irrevocablemente
se sabe,
toda la intención, sin embargo,
no alcanza,
seguir corriendo el riesgo
es puro reflejo,
hay que guardar la intuición
para cuando la cabeza no sea
tan
necia,
para cuando la vida
sea
más
relevante,
probablemente eso no suceda jamás.
Por eso digo que los desiertos
no pueden florecer
y ni siquiera sirven para postales,
por más que los reguemos
con toda la alegría
que alguna vez
fue.

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