miércoles, 16 de agosto de 2017

# CON SUS MIL Y UN FORMAS #




# CON SUS MIL Y UN FORMAS #

Soñé que escribía y en alguna instancia
del viaje algo tenía sentido
y luego no, y viceversa.
No habían hechos sucesivos
ni temporalidad coherente.
Una bomba explotaba en la garganta
de un niño que clamaba piedad
en un idioma desconocido pero entendible.
Yo escribía, la tinta era roja sangre,
la lapicera era un cincel hecho de huesos.
Me manchaba los dedos, traspasaba la piel.
Un agujero negro engullía al sol lentamente,
se oían carcajadas grotescas,
un cuervo tocaba el tambor a modo ritual,
iba al compás del latido de mi corazón.
Había una procesión de extraños seres
sin rostro que me arrastraban,
¿a dónde íbamos? No había camino,
sólo rumores de viento que sonaban
como el vaiven de una puerta oxidada.
Las estrellas eran ojos centinelas
que medían metódicamente cada suspiro
nacido del nido del pensamiento.
Una luciérnaga permanecía a oscuras,
no quería emitir luz, temía que le quitaran
lo poco que le daba razón.
Yo tomaba nota, el entorno era volátil,
podía sentir que estaba allí
y después no, crujía mi semblante borrosa.
¿Era todo aquello un amalgama de sueños?
¿Era yo parte del sueño de alguien más?
¿Alguien soñaba que yo soñaba que escribía
el sueño de otros soñadores?
Todos debemos soñar y ser
parte de otro lugar, quizás algún día
podamos recordar con claridad,
abrazados al albor del despertar,
todo lo que el ensueño nos quiso contar.
Quizás, este relato inconsciente,
nos revele pistas o alertas
que nos hagan las veces
de salvataje, llave o mapa
para darle la vuelta
a esa porción de realidad
que nos mantiene apuntalados
en el subsuelo de la angustia
que ronda danzante y furtiva
con sus mil y un formas.

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