viernes, 15 de julio de 2011

# GENTE QUE ENVEJECE #


# GENTE QUE ENVEJECE #

Extravié los vestigios del rostro
cándido que me daba por vivo,
la luciérnaga de la mirada
se agazapó en su morada de sombras,
las líneas del destino
ya no son más que arrugas,
que canales estrechos y vacíos.
El retrato solemne del espejo
no dijo más que lo que ve,
un guiño del fin,
del ocaso perfecto.
Son las manos sin armas,
el pecho sin fuego,
el alma toda(toda)
encumbrada en una lucha
sin juventud.
Puedo levantarme y desperezar
el caparazón,
cumplir la rutina
con tibias andanzas,
elaborar la sonrisa
como si fuera corriente,
así y todo,
ya soy cuento de muchos años
que perdió la moraleja,
un para siempre de puntualidad
anunció a campanadas
el arribo de este día
y no lo vi llegar,
cerré las ventanas,
soplé la arena,
arranqué los calendarios,
rompí mi historia,
y ahora mismo
o hace quién sabe cuándo
una vejez sin condolencia
implantó sus leyes homicidas,
sus estatutos histriónicos
y su languidez expansiva
que afila el diente canibal
y devora, arrasa, digiere lentamente
disfrutando los pasos de la muerte.
Y yo ya sólo quiero hundir la cabeza,
taparme los oídos,
esconderme de todo
para no sentir
como se precipita
el tiempo sobre la vida
como un cuchillazo
en inercia inevitable
e inclemente
que avisa que traiciona.

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