miércoles, 18 de abril de 2018

# HARAKIRI #




# HARAKIRI #

Fulgura un alma a la luz de la noche
en un caos de silencios y soledades,
a veces lo que toca no se elige,
lo imprevisible destroza
ese castillo de naipes conquistado.
No hay lazos de sangre que valgan,
somos todos un puñado de desconocidos
que buscan el amor tal que la suerte,
a tientas y difusos a sabiendas
que en el ajedrez somos peones
en la primera línea de fuego.
Y de ese fuego estamos hechos como
si no hubiese otra idea que arder
cada vez más fuerte hasta
el instante del apagón eterno.
De cabeza al abismo,
un vuelo nocturno hacia la nada,
siempre seguros de apariencia
entre el frio de los malos augurios
que nos echan las cartas sin titubear.
Una bala nos vigila la espalda,
un reloj nos cuenta
que somos transitorios,
quien escucha las plegarias
reparte destinos inciertos
con rapaz conveniencia.
Pasajeros y espectadores
tomamos o dejamos todo,
blandimos la espada de la entereza
cual fierro caliente
y nos defendemos de lo
invisible y de lo material
con la ceguera del recien nacido,
y todo es confuso,
extraño y desesperante
y al final
apenas distinguimos
si los que hicimos fue
un
harakiri
o
un
homicidio.

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